Proyecto Zegache

Santa Ana Zegache dejó de ser un pueblo fantasma para convertirse en un pueblo que lucha contra su realidad. Cada habitante tiene de tres a cuatro familiares; que ante la tragedia cotidiana, trabajan en el norte por encontrarse con el sueño americano, o en lo posible, por obtener su dignidad humana. Zegache es hoy, uno de tantos pueblos oaxaqueños en el que esperan los pocos que se quedan y arriesgan todos los que se van.


Como sociedad, Zegache mantiene un arraigo a sus tradiciones y costumbres. Cuenta con un templo dominico del siglo XVII que resguarda en su interior; un legado artístico e histórico de valor inconmensurable. Pinturas murales de varias épocas que se entrecruzan en sus muros, doce retablos barrocos del siglo XVIII, dos pilas de agua bendita sostenidas por majestuosos ángeles en piedra dorada y plateada, una colección de espejos con sus marcos estofados, antiguos manuscritos de los siglos XVII al XIX, una gran cantidad de pinturas religiosas y esculturas de gran calidad estética. 

 
El pintor Rodolfo Morales  vio en Zegache a un pueblo invaluable, dedicó la última parte de su vida a los trabajos de recuperación y restauración del templo. El artista no logró ver realizadas todas las ideas que motivaron su visión filantrópica; preservar el patrimonio artístico y revivir los viejos oficios de la región. 


Sin embargo, creó los Talleres Comunitarios de Zegache para beneficio de sus coterráneos. El proyecto, en sus inicios, logró otorgar a las mujeres del pueblo (las de la espera), un oficio que las convirtiera en cuidadoras de su legado, participando en un rescate no solamente arquitectónico y de acabados artísticos, sino devolviendo a la esencia del pueblo, su función de centro espiritual, social y cultural.  


A partir del año 2004, y a pesar de tantos obstáculos, los Talleres Comunitarios de Zegache fueron reactivados. Con los apoyos de la Fundación Alfredo Harp Helú, la Fundación Rockefeller, La Curtiduría y los Sres. Sandretto,  logramos incrementar el número de miembros. 


Actualmente, el equipo de trabajo es mixto, responde a la realidad de un pueblo migrante. Sin distinción de género, ni edad, familias enteras toman ya “la opción” obligada de partir al norte. 


Los Talleres Comunitarios, intentan sensibilizar a los habitantes de Zegache hacia el amor y el cuidado de lo propio, recuperando la riqueza perdida a través de los años y conservando el valor cultural que poseen, ante los gobiernos cambiantes y los abusos de poder. 


Desde el ánimo del maestro Morales y con la valiosa asesoría del Profesor Manuel Serrano, hemos restaurado tres retablos barrocos del S. XVIII pertenecientes al templo del pueblo de Zegache. Faltan nueve retablos por rescatar, para tal efecto se ha implementado la reproducción y venta de diez diseños diferentes de marcos para espejos pertenecientes al siglo XVIII y cuyos originales permanecen dentro de la iglesia. Alrededor de cincuenta de estas piezas fueron encontradas en total abandono dentro de las bodegas del templo y presentaban un pésimo estado de conservación, los cuales han sido mantenidos para su preservación. 


En el año 2000, último año de vida de Morales, los trabajos de restauración de estos espejos, inauguraron el espacio físico de los talleres, que se encuentran ubicados en el curato de la iglesia, mismo que fue rehabilitado en su momento por la Fundación del artista. 


Se dice que los espejos eran colocados en alto, entre cada retablo, a lo largo de la nave; con el fin práctico de iluminar. Actualmente los espejos en Zegache son utilizados para adornar el altar tradicional de diciembre dedicado a la Natividad. 


El espejo, que tiene gran significado en nuestra cultura se origina en épocas prehispánicas; con Tezcatlipoca (espejo humeante). El dios nocturno portaba un espejo que le servía para mirar el corazón de los hombres; la tradición cristiana le dio después al espejo el símbolo de la espiritualidad. El espejo en el catolicismo también está relacionado con una divinidad que refleja la imperfección del ser humano. En la pintura mural del templo de Santa Ana Zegache, que data del siglo XVII, se aprecian todavía reminiscencias de esta doble cultura.

En el año 2007 el artista Demián Flores se suma al proyecto Zegache, invitando a 25 artistas contemporáneos mexicanos, de reconocida trayectoria, para intervenir libremente una de las réplicas del marco S. XVIII. A partir del original, los miembros del taller reproducen cinco “originales múltiples”. Gracias a la venta de los mismos y de las piezas originales, se podrá restaurar 1 retablos más, generando 8 meses de trabajo para los Talleres Comunitarios. 


Los oficios recuperados a través de este proyecto son: restauración de pintura mural y de caballete, talla en madera, carpintería,  aplicación de hoja de oro y plata, también bordado a mano (artesanía local). En este último participan con entusiasmo también las mujeres mayores del pueblo, quienes desde sus hogares, elaboran cojines con la figura de un espejo. 


Georgina Saldaña Wonchee

Directora de los talleres comunitarios

Espejos intervenidos por artistas visuales

Espejos intervenidos por artistas visuales

Espejos intervenidos por artistas visuales 2

Espejos intervenidos por artistas visuales 2

jueves, 18 de junio de 2009

LOS ESPEJOS

Yo que sentí el horror de los espejos

No sólo ante el cristal impenetrable
Donde acaba y empieza, inhabitable,
un imposible espacio de reflejos

Sino ante el agua especular que imita
El otro azul en su profundo cielo
Que a veces raya el ilusorio vuelo
Del ave inversa o que un temblor agita

Y ante la superficie silenciosa
Del ébano sutil cuya tersura
Repite como un sueño la blancura
De un vago mármol o una vaga rosa,

Hoy, al cabo de tantos y perplejos
Años de errar bajo la varia luna,
Me pregunto qué azar de la fortuna
Hizo que yo temiera los espejos.

Espejos de metal, enmascarado
Espejo de caoba que en la bruma
De su rojo crepúsculo disfuma
Ese rostro que mira y es mirado,

Infinitos los veo, elementales
Ejecutores de un antiguo pacto,
Multiplicar el mundo como el acto
Generativo, insomnes y fatales.

Prolongan este vano mundo incierto
En su vertiginosa telaraña;
A veces en la tarde los empaña
El hálito de un hombre que no ha muerto.

Nos acecha el cristal. Si entre las cuatro
Paredes de la alcoba hay un espejo,
Ya no estoy solo. Hay otro. Hay el reflejo
Que arma en el alba un sigiloso teatro.

Todo acontece y nada se recuerda
En esos gabinetes cristalinos
Donde, como fantásticos rabinos,
Leemos los libros de derecha a izquierda.

Claudio, rey de una tarde, rey soñado,
No sintió que era un sueño hasta aquel día
En que un actor mimó su felonía
Con arte silencioso, en un tablado.

Que haya sueños es raro, que haya espejos,
Que el usual y gastado repertorio
De cada día incluya el ilusorio
Orbe profundo que urden los reflejos.

Dios (he dado en pensar) pone un empeño
En toda esa inasible arquitectura
Que edifica la luz con la tersura
Del cristal y la sombra con el sueño.

Dios ha creado las noches que se arman
De sueños y las formas del espejo
Para que el hombre sienta que es reflejo
Y vanidad. Por eso nos alarman.


Jorge Luis Borges

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